Ella era la reina, su reina, el decía.
El era lo mejor que había llegado a la vida de Ella, y lo sabía.
El prometía su vida a la reina de sus amores, Ella soñaba con jardines.
El la amaba, Ella a El con todas sus fuerzas.
Ella no quería admitir que su vida estaba atada a la existencia de El.
Ella no deseaba vivir por nadie más, El no pretendía olvidarla.
El era el rey de su castillo de naipes, Ella solía tejer flores con los dedos.
El no sabía que se podía amar con toda el alma, y la conoció a Ella.
Ella suponía haber amado alguna vez, y lo conoció a El.
Ella y El son dos, son reina y rey de su mundo, Ella y El son uno.
El no imaginaba la vida de otra forma, Ella ya ni recordaba cómo era la vida sin El.
Ella y El caminan, y las sombras se hacen una, Ella y El no creen en las casualidades.
El suele robarle sonrisas, Ella suele sentirse viva al reír con El.
Ella y El no pretenden más, nada más que vivir y amar.
Ella sólo escribe por El, El sólo sueña con Ella.
Ella y El descansan en la tranquilidad de sentirse suyos y al mismo tiempo, libres.
